En homenaje a

Adiós a mi Bobby de amor


Gracias a

Francis

Estoy seguro de que has tenido una vida de felicidad y amor, buenas comidas a tiempo, muchos lugares cómodos para descansar y todas las caricias que querías.

No hay más que ver todo el cariño que recibí de ti para saber que conseguí hacerte feliz.

Cualquier forma de demostrar tu alegría y buen humor era buena para ti, y por supuesto sabías que cada vez que lo hicieras serías recompensado con mis caricias y una galletita mágica que te encantaba mordisquear.

Tenías tu sillón favorito en el que te sentabas con la cabeza erguida sobre el respaldo o el reposabrazos, pero también te gustaba en el sofá, con la cabeza sobre mi cojín.

Entonces me sentaba a tu lado y apoyaba mi cabeza contra la tuya.

A veces me dabas un beso, pero eras bastante tacaño, y yo siempre te decía en broma que es normal, que eres un hombre.

Por la noche, era la sesión de tocador, cogías 2 y te ibas a acomodar en tu manta al lado de la cama.

Cuando me dormía, te metías rápidamente en la cama para una sesión de mimos y me dabas unos besos.

Para agradecértelo, te daría otro 1 besito.

Comías paquetes de esas galletas que tanto te gustaban.

Luego volvías abajo a instalarte para pasar la noche.

Con los años, perdiste a tu amigo Tonton, a tu padre Rambo.

Luego nos dejó tu madre Canaille, pero lo más duro para ti fue la marcha de tu hermana Bijou.

Durante semanas pude ver la tristeza en tus ojos, te comprendía e intentaba consolarte hablándote y acariciándote.

Era difícil saber qué pasaba por tu cabecita, pero al final reanudaste tu vida normal con tu otra hermana Tania y la pequeña Cannelle.

No podíamos negar que eras el hermano de Tania, siempre juntos en el patio o en el jardín, vuestras 2 cabezas giraban a menudo al mismo tiempo, nunca sabía quién era la sombra del otro tan sincronizados eran vuestros movimientos.

Y tu hermosa vida transcurrió sin sobresaltos hasta hace 1 mes.

Los ganglios linfáticos de tu cuello y patas traseras empezaron a inflamarse.

Fuimos directamente al veterinario y te hicieron un análisis de sangre.

El veterinario ya me había hablado del maldito cáncer que empezaba a corroerte, sin tener los resultados.

El resultado del análisis de sangre no hizo más que confirmar lo que me había dicho.

Al igual que con tu hermana, la quimioterapia estaba descartada, y no tenía sentido someterte a este tratamiento tan pesado, que de todas formas no te habría curado.

Así que decidimos que, si no podíamos curarte, intentaríamos mantenerte sin dolor el mayor tiempo posible.

Así que empezaste un tratamiento paliativo con cortisona, pero esta vez con inyecciones para proteger tu estómago.

Seguías siendo tú mismo, ibas al jardín a aliviarte, a veces incluso corrías con los demás, pero yo veía que cada día traía un poco más de peso a tu vida.

Yo vigilaba de cerca el más mínimo movimiento que hacías para detectar cualquier signo de sufrimiento, pero afortunadamente nunca te vi sufriendo, siempre tenías esa hermosa sonrisa y tu cola golpeaba cada vez que te hablaba.

Pero ese asqueroso cáncer quería tener la sartén por el mango y no te dejó mucho tiempo antes de decidir que iba a ser el más fuerte.

El miércoles no quisiste comer tus croquetas ni tu arroz con carne, sólo unas lonchas de jamón.

Por la noche fuiste al jardín a hacer tus necesidades, como de costumbre, pero me di cuenta de que algo pasaba...

Por miedo a hacerte daño, no te puse en la cama para nuestro arrumaco, sino que me tumbé un poco a tu lado y te hablé largo rato, como si comprendieras y ya lo supieras, yo también lo sabía, pero no como tú.

Todavía no sabía que era nuestro último achuchón de la noche.

Al día siguiente, jueves 1 de septiembre de 2011, te levantaste como siempre pero no querías comer ni beber, te costaba ponerte de pie.

Te miré a los ojos y entonces comprendí lo que querías decirme.

Sentías que el dolor se te iba a notar y que querías volver con tu mamá y tu hermana a su nube, así que te tumbaste y tus preciosos ojos parecían llenarse de lágrimas, igual que los míos, y de vez en cuando movías el rabo, estabas relajado y aún no sufrías.

Llamé al veterinario para cancelar la visita de la tarde y le pedí que viniera lo antes posible.

No me atreví a llevarte a la cama por miedo a hacerte daño, pero me acurruqué a tu lado, te acaricié y lloré a moco tendido.

El veterinario llegó sobre las once y media de la mañana.

Tus bonitos y encantadores ojos se cerraron y luego volviste a abrirlos para darme el último adiós y las gracias, moviendo ligeramente la cola.

Moriste en mi brazo, mejilla contra mejilla, tus ojos cariñosos se fueron para siempre y te fuiste en paz en tu nube.

Te envolví en una manta y te estreché contra mi corazón, podía sentir tu cuerpo cálido contra mí, pero la vida que tanto amabas te había abandonado.

Buen viaje mi Main-Main, se feliz en tu nueva vida.

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