Violencia con los perros


Ser violento con tu perro: por qué es una muy mala idea.

 

Todos hemos perdido la paciencia alguna vez cuando nuestro perro se ha negado a obedecernos. Pero, contrariamente a lo que se piensa, ¡la violencia no ayuda a hacernos entender!

Cuando un perro joven hace sus necesidades en el lugar equivocado, a menudo le metemos las narices para «hacerle entender que está mal». Y si vuelve a hacerlo, es porque es un «perro malo», así que le regañamos más fuerte... Ésta es una de las muchas ideas preconcebidas sobre el valor de la violencia en el adiestramiento de nuestro perro. Sin embargo, podemos comprobar que rara vez conseguimos lo que queremos actuando de esta manera. La obediencia del perro no debe confundirse con la dominación del dueño.

La violencia produce resultados muy limitados.

Lo que muchas veces tomamos por provocación o incluso reincidencia por parte de nuestro amigo canino, es en realidad que nuestra orden no es clara y nuestro perro, perdido, ya no sabe lo que debe hacer. Por ejemplo, cuando le regañamos por hacer sus necesidades en el piso, el perro entiende «no debo orinar delante de mi amo» ¡y actuará en cuanto le des la espalda! Si se trata de algo más que una travesura ocasional, debemos comprender el motivo por el que nuestro perro desobedece.

Como explica el veterinario conductista Gérard Muller en su libro Mon chien n'obéit pas (editado por Eyrolles), el perro es ante todo un animal descendiente del lobo, lo que significa que el estatus social dentro de la «manada» es fundamental. Ponen a prueba nuestra resistencia en las situaciones más estratégicas, como la hora de comer o la zona de dormir, para convertirse en el líder de la manada. Por eso, nuestra labor es marcarle límites claros para que no adquiera malos hábitos. Pero esto puede hacerse sin recurrir a la fuerza.

¿Qué hay que hacer?

«El único objetivo de ejercer la autoridad sobre su perro es establecer un marco tranquilizador. Por tanto, la violencia es contraproducente, porque los perros necesitan sentirse seguros y en su sitio. Hay varias formas de hacerlo obediente:

- Pensar en lo que queremos conseguir: nuestra petición debe hacerse con claridad y en un tono decidido para que el perro entienda que no tiene elección.

- Dar órdenes más a menudo: sólo damos órdenes en situaciones importantes. Pero debe ser algo habitual para que no se convierta en un momento tenso. Las órdenes deben darse de forma lúdica, por ejemplo en un tono neutro, acompañadas de un gesto de ánimo. Ejemplo: dar la orden de ir a la cama con un gesto hacia el suelo o la cuna. Es muy importante recompensar y elogiar el buen comportamiento.

Tu perro quiere complacerte y reproducirá los comportamientos que te hacen feliz. Un «buen perro» acompañado de una palmadita es más agradable que una orden dada sin una recompensa amistosa o afectiva. Póngase en su lugar.

- Trabajar juntos en familia: el perro debe sentir que no puede poner a prueba los límites de los demás miembros de la familia. Así, de acuerdo con las normas impuestas, el perro no tiene más remedio que aceptar.

Si hay que castigarle por algo que ha hecho mal, es mejor no mirarle ni hablarle durante varios minutos o una hora e ignorarle en lugar de castigarle con violencia. Estar aislado de su familia no agrada ni al hombre ni al perro. El tiempo de aislamiento no debe exceder de un día para evitar traumatizar al perro. Queremos castigarle, no estresarle más.

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