En homenaje a

Mi querida Tania


Gracias a

Francis

Te adaptaste muy bien a toda la familia de loulous.

Empezaste esta vida de felicidad y amor, con comida a tiempo, un hogar donde cobijarte y todos los mimos que quisiste.

Creo, viendo todo el cariño que recibí de ti, que conseguí hacerte feliz.

Cualquier oportunidad era buena para demostrarme tu alegría, y por supuesto la recompensa eran mis caricias y una galletita que adorabas.

Cuando me sentaba en el sofá, venías y te tumbabas a mi lado, con la cabeza apoyada en mi pierna.

Cuando me tumbaba un rato, venías y te tumbabas también delante de mí, y yo te sujetaba en el brazo para que no te resbalaras: era nuestra sesión de mimos, que a veces duraba horas.

Por la noche, venías y te acurrucabas a mi lado, con la cabeza apoyada en mi brazo, pero nunca te quedabas mucho tiempo, eras más independiente y preferías acomodarte en el extremo de la cama, así que no es de extrañar que algunos días durmiera mal.

Y luego, poco a poco, todos tus compañeros se fueron yendo, se acabó todo para tu mamá Canaille, tu hermana Bijou y finalmente tu hermano Bobby, y por último la pequeña Canelle a la que querías mucho a pesar de su llegada tardía.

Entonces te ofrecimos 2 nuevos compañeros, perritos galeses, que adoptaste enseguida, fuiste una verdadera mamá para ellos.

La vida transcurrió sin sobresaltos hasta julio de 2012, cuando desarrollaste una infección muy grave en las fosas nasales y te sometiste a un tratamiento exhaustivo, afortunadamente con los resultados esperados.

A continuación te extrajeron una muela y te rasparon los dientes.

Tras esta operación y en combinación con tu tratamiento, empezamos a alimentarte a mano, ya que parecías tener un poco de dificultad para masticar la comida.

No tardamos en ver los resultados: has recuperado el apetito pero, sí, hay un pero...

Ya no te interesaban las croquetas, así que empezamos a alimentarte con trozos de carne, gofres blandos y todo tipo de cosas ricas.

Las cosas fueron muy bien hasta finales de junio de 2013, aunque de vez en cuando tenías algún ataque epiléptico, que no era grave.

El 30 de junio ya no querías comer, sólo beber un poco de tu cubo de agua y salir a hacer tus necesidades, pero de repente te resultaba muy difícil.

El 1 de julio fue lo mismo, pero tuviste dos ataques epilépticos en el espacio de unas 2 horas, y el último se prolongó sin parar.

Te tumbé en la cama y te adormeciste un poco, y yo me tumbé a tu lado, acariciándote y hablándote.

Tenía tanto miedo de que empezaras a sufrir, cada vez que abrías tus preciosos ojos, eran tan suaves y misteriosos, y entonces comprendí tu mensaje, me decías que sentías que el dolor se sentiría pronto, comprendí en tus preciosos ojos que te despedías de mí y me dabas las gracias por haberte querido tanto.

Todavía no me había dado cuenta de que era nuestro último abrazo.

Llamé al veterinario y vino sobre las 9 de la noche.

Después de echarte un largo vistazo, levantó la cabeza y me explicó que había llegado el momento de que te fueras al cielo y te reunieras con tu familia.

No me quitabas los ojos de encima y de vez en cuando movías la cola, relajada y sin dolor.

Tus bonitos ojos se cerraban y luego volvías a abrirlos para darme el último adiós y darme las gracias con un suave movimiento de tu cola.

Moriste en mi brazo, mejilla contra mejilla, tus ojos cariñosos se fueron para siempre.

Te envolví en una manta y te estreché contra mi corazón.

Podía sentir tu cálido cuerpo contra mí, pero ya no tenía vida.

Adiós mi pequeño Tchouky, mi amor Nana que me diste tanta amistad, tanto amor con una sinceridad que no conozco en los seres humanos, no hay despedida porque nos volveremos a ver, estoy convencida de ello y nunca más nos dejaremos, hasta pronto cariño.

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