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Te vi nacer un día de noviembre del 98 entre tus otros 7 hermanos y hermanas, todos negros.
A excepción de una bolita de pelo beige que se apartó y se me apareció, supe en ese momento que ibas a pasar muchos largos años a nuestro lado.
Pero durante esos 13 años demasiado cortos de amor, lealtad y felicidad, nunca pensé ni por un minuto que un día podría terminar tan abruptamente.
Pensé que siempre te iba a tener, tan temerosa, a mi lado.
Tenía miedo cuando pensaba en el momento en que te tuvieras que ir, me decía que te ibas a asustar, me dolía tanto.
No quería que sufrieras, no quería que tuvieras miedo de que te abandonaran.
Entonces, el día de Navidad empezaste a vomitar, así que te llevamos al «Doctor», como yo solía decir, y el veredicto estaba dado: un tumor en la ubre, tal vez en los bronquios y un bulto en el colon.
No podíamos hacer otra cosa que intentar aliviarte un poco y tenerte con nosotros un poco más.
El médico te puso una inyección de corticosteroides y al día siguiente ya comías y andabas con normalidad.
Esto duró 3 días y al final de los 3 días te volvimos a llevar al médico para que te pusiera otra inyección milagrosa pero ya era demasiado tarde, tu cuerpecito estaba demasiado cansado.
Te puso 2 inyecciones de todos modos y cuando llegamos a casa, te quedaste tumbado y no podías levantarte.
Me tumbé a tu lado, respirabas rápido, mi bebé, y entonces tu padre no quiso que sufrieras, así que llamó por teléfono al médico para que te pusiera la inyección fatídica, y como si te hubieras enterado, preferiste irte antes, a mi lado que te hablaba, que te decía te quiero, te tumbaste de lado, y entonces supe que se había acabado, pero ya no me oías.
Y entonces te vi respirar cada vez más despacio, y de repente después de 3 grititos te fuiste, ¡nos dejaste destrozados!
Ese 2 de enero de 2012 a las 17:45 será una fecha que nunca olvidaré.
Te quiero mi amor, el jueves vamos a despedirnos de ti y te llevaremos a casa donde descansarás en nuestra habitación junto a tu mamá Mandy.
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