En homenaje a El regalo de toda una vidaGracias a Heidi |
Cuando vine a recogerte, hace 14 años y medio, estabas comiendo copos de maíz. No estábamos contentos contigo porque no querías correr durante horas todos los días para hacer clases de gimnasia. Sólo tenías 3 meses. Entonces me di cuenta de que bajabas las escaleras gateando. Fui al veterinario y me diagnosticó displasia. Aún eras un poco frágil. Pero tuve cuidado de que no te resfriaras para no agravar tu reumatismo. Por supuesto, tomabas medicación y el veterinario dijo que tenías unos muslos muy musculosos, lo cual era bueno. Te encantaba corretear con los gatos que los vecinos habían olvidado. Era divertido ver tanta complicidad. Saltaban por encima de tu espalda y te parecía gracioso. Durante los últimos 3 años habías tenido muchos problemas: la displasia hizo que ya no quisieras salir a pasear, sólo querías sentarte tranquilamente en el jardín. Y luego te volviste incontinente. Algunas personas no se daban cuenta de que te había hecho un par de calzoncillos Pampers, lo que les hacía sonreír. Pero eso no te impidió corretear por la casa con los gatos. Poco a poco empezaste a ver cada vez menos, tu respiración se volvía rápida a veces, apenas comías ya y entonces apareció el edema pulmonar. Me hubiera gustado que te durmieras y no despertaras más, para no tener que tomar esa decisión final. Para mí fue un gesto de amor hacia ti. Todos los días seguías celebrándolo, a veces no podías oírme porque eras sordo, pero cuando estaba delante de ti, era una celebración. Exhalaste tu último suspiro en mis brazos. Descansas en el jardín. Todos los días vengo a saludarte. El tiempo pasará, pero siempre estarás en mis pensamientos y en mi corazón. Te echo tanto de menos. Te quiero tanto. |