Cuando llegaste del SPA, te aparté, ya que la desaparición de Phébus era aún demasiado dolorosa.
No era más que una niña.
Pero muy pronto me adoptaste y te ganaste mi afecto.
Eras la niña de la casa, siempre dispuesta a jugar, trabajar y abrazar.
Te enseñé a contar y asombraste a todos nuestros invitados.
Luego diste a luz a 9 bebés a los que mimamos.
Iggins, tu pequeño protegido, se convirtió en mi favorito.
Gracias por ponerlo en mi camino.
Te fuiste a México con tus amos e Ipsos.
¿Cómo olvidar mi dolor al veros partir en vuestras jaulas en el aeropuerto?
En Navidad nuestro reencuentro fue un gran momento de felicidad.
Por la noche dormías en mi cama, a escondidas...
Luego, en 2001, caíste enferma y yo no sabía nada.
El 27 de noviembre sonó el teléfono.
Papá me dijo que no habían conseguido salvarte.
¿Pero qué había pasado? Después de tu hijo, tú...
Tantas lágrimas...
Lo que más lamento es no haber podido ayudarte a superar tu enfermedad y no haber podido abrazarte para despedirme de ti.
Hoy estás de nuevo con tus hijos y descansando a nuestro lado en casa.
Nunca te olvidaré.
Te quiero.
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