De las "Hautes Terres", eras mi maravilloso perrito blanco.
Tu carácter íntegro y tu valentía audaz te convirtieron en un gigante.
En el mundo más allá de Braveheart, mereces llevar el tartán de Wallace.
Porque para defenderme, te convertiste de cordero en tigre: ¡tenías raza!
Nos entendimos al instante y con una sola mirada amable.
Y no era ningún secreto lo mucho que nos queríamos.
Siempre presente, embelleciste mi vida, mis vacaciones, tanto de invierno como de verano.
Ya echo de menos nuestros paseos habituales los domingos de mercado.
Eras la bonita mascota del tenis, el rosa de la tierra batida, el paciente al que esperabas bajo el banco.
Ahora me da pavor salir de casa, ¡porque ya no eres el guardián del clan!
Pequeño copo blanco entre los demás, como yo amabas las nieves de Morillon.
Nadabas en el Gardon, en Anduze, y soñabas a la sombra en la playa de Carnon.
Nuestra gatita grisácea se pasea por todo su territorio buscándote, ¡hermano mayor!
Y reconozco que mi atracción por la soledad sólo se debía a tu presencia familiar.
Ya te veo por todas partes, pequeño fantasma, y temo que esta pena no me abandone nunca.
Esta misma mañana he pronunciado nuestra frase ritual: "¡Pórtate bien, ahora vuelvo!
En este jardín donde antes perseguías a los pájaros, ahora descansas a la sombra del boj.
Y si me fuera de aquí, me llevaría un puñado de tierra conmigo, porque formas parte de mi vida.
Dime ahora, mi dulce amor, ¿cómo podré vivir sin ti?
Y no sentir más en mi palma el ofrecimiento de tu adorable cabecita de seda.
El tacto de tu hocico fresco, tus ojos negros ardiendo de amor.
Nunca te olvidaré, mi fiel amiguito, porque te quiero para siempre.
A trozos, recuerdo tantos recuerdos bonitos que lloro.
Estabas tan vivo ayer, ¿por qué llegó tan rápido tu hora?
Días felices, era el perrito blanco más maravilloso...
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